(Presidenta de AMFAR Cuenca) BEGOñA GARCíA
(Secretaria de Estado de Agricultura y Alimentación ) CARMEN CANDA
(Presidenta de AMFAR Galicia) CHELO AZNAR
(Presidenta AMFAR Zaragoza) CONCEPCIóN CEDILLO
(Presidenta de la Diputación de Toledo) CRISTINA CLAVELL
(Presidenta de AMFAR Cataluña) EDUARDO COCA
(Cazador y escritor) LAURA MARTíN
(Agricultora) LOLA MERINO
(Presidenta de AMFAR) LUCíA MARTíN
(Comisión Ejecutiva Alianza Rural) MANUELA REDONDO LUIS
(Presidenta de AMFAR Valladolid) MARíA TERESA RESINA
(Presidenta de AMFAR Ávila) MARíA TERESA RESINA
(Presidenta de AMFAR Ávila ) MICHELLE BACHELET
(Directora ejecutiva de Naciones Unidas) MIGUEL ÁNGEL VALVERDE MENCHERO
( Presidente de la Diputación de Ciudad Real) ROSA PRUNA
(Presidenta de AMFAR Cataluña) VíCTOR YUSTE
(Director General Foro Interalimentario)

Soy mujer de pueblo. He crecido escuchando el canto de los gallos al amanecer, viendo cómo las manos de mis vecinos labraban la tierra con esfuerzo y dignidad, y aprendiendo que la vida en el medio rural está hecha de sacrificios, pero también de orgullo, de raíces y de futuro. Hoy, como alcaldesa y como presidenta de la Diputación de Toledo, no puedo olvidar de dónde vengo: porque lo que somos, lo hemos aprendido en nuestros pueblos.
El campo no es pasado, es presente y debe ser futuro. Para ello, las instituciones tenemos una responsabilidad enorme: estar a la altura de quienes, con su trabajo, sostienen la vida en los pueblos. Y en esa tarea, las diputaciones somos columna vertebral del territorio, porque garantizamos servicios básicos, instalaciones deportivas, lugares de ocio y facilitamos oportunidades que hacen posible que vivir en un pueblo no sea sinónimo de resignación, sino de esperanza.
Pero si hay un motor verdadero del desarrollo rural, ese motor son las mujeres. Las mujeres rurales han sido siempre pilar de la familia y del campo, aunque durante demasiado tiempo invisibles. Hoy, gracias a asociaciones como AMFAR, esa realidad está cambiando: cada vez son más las que emprenden, las que lideran explotaciones agrarias, las que se forman en nuevas tecnologías o las que levantan negocios que dan vida a nuestros municipios. Y eso nos hace más fuertes como sociedad.
Desde la Diputación de Toledo queremos acompañar ese camino. Apostamos por la formación, por la digitalización, por la conciliación y por el emprendimiento. Porque sabemos que cuando una mujer rural tiene herramientas para crecer, el pueblo entero crece con ella. Y porque creemos en la igualdad real, no de palabras, sino de oportunidades.
El campo necesita también respaldo político claro. Por eso defendemos menos trabas, menos burocracia y más incentivos. Queremos un campo fuerte, con relevo generacional, con fiscalidad justa y con agricultores y ganaderos que puedan vivir dignamente de su trabajo. Porque apoyar al campo es apoyar la vida en nuestros pueblos, es defender nuestra identidad y garantizar que nuestros hijos tengan un futuro aquí, sin necesidad de marcharse.
Como presidenta de la Diputación, sé que esta tarea no la hacemos solos. Necesitamos tejer alianzas: con las asociaciones rurales, con los ayuntamientos, con las comunidades de regantes, con las cooperativas, con todos los que cada día mantienen vivo el pulso de nuestros pueblos.
Porque si algo he aprendido en mi vida es que el mundo rural nunca ha pedido caridad, sino respeto y oportunidades. Y esa es nuestra obligación: escucharlo, protegerlo y darle herramientas para crecer.
Hoy, el futuro del campo se escribe también en femenino. Y yo quiero escribirlo junto a todas vosotras, mujeres valientes, mujeres de pueblo, que sois la garantía de que Toledo, de que Castilla-La Mancha y de que España sigan siendo tierra de vida, de raíces y de esperanza.

El papel de la mujer en el ámbito rural ha sido históricamente tan silencioso como indispensable. Hoy, más que nunca, debemos alzar la voz para reivindicar su importancia, no solo como garante de la sostenibilidad de nuestros territorios, sino también como una fuerza transformadora que impulsa la modernización, el progreso y la cohesión social en nuestros pueblos.
En la provincia de Ciudad Real, donde la vida rural define buena parte de nuestra identidad, las mujeres han sido el corazón que late al ritmo de los campos, las explotaciones ganaderas y las iniciativas de emprendimiento agrario. Han asumido roles múltiples, desde trabajadoras incansables en las tareas del campo hasta gestoras de empresas familiares y defensoras de tradiciones culturales que son el alma de nuestra comunidad. A pesar de estas contribuciones, su labor ha sido muchas veces invisibilizada o limitada por barreras sociales, económicas y culturales que aún persisten.
La Diputación de Ciudad Real tiene el firme compromiso de revertir esta realidad, promoviendo políticas públicas que pongan al mundo rural en el lugar que merece. Y en este ámbito, la mujer debe ser vista no solo como protagonista, sino también como agente de cambio y modernización en un sector como el agrario, que necesita adaptarse a los retos del siglo XXI.
Un ejemplo claro de esta transformación lo encontramos en la incorporación de la tecnología al ámbito agrario. La agricultura de precisión, el uso de sistemas de gestión inteligente de explotaciones, abren nuevas puertas que las mujeres están sabiendo aprovechar con creatividad y determinación. Están demostrado que pueden liderar esta transición hacia una agricultura más sostenible, respetuosa con el medio ambiente y orientada al futuro.
No podemos olvidar que la mujer rural no solo contribuye al desarrollo económico de nuestros territorios, sino que también es la guardiana de la sostenibilidad social y medioambiental. En muchos casos, son las mujeres quienes se encargan de preservar los valores y tradiciones que dotan de sentido a la vida en nuestros pueblos. Su papel en la dinamización de la economía local, en la lucha contra la despoblación y en la conservación de los recursos naturales es esencial.
Desde la Diputación de Ciudad Real, entendemos que el desarrollo de nuestras áreas rurales no puede alcanzarse sin una apuesta decidida por la igualdad. Por ello, apoyamos iniciativas como las lideradas por AMFAR, que contribuyen a visibilizar la importancia de las mujeres rurales y a fomentar su participación activa en todos los niveles de la sociedad. La revista “Mujer Rural” es un ejemplo inspirador de cómo se puede poner el foco en sus historias y visibilizar su impacto en el mundo agrario y rural.
No quiero finalizar sin reconocer el sacrificio y la valentía de tantas mujeres que, generación tras generación, han trabajado sin descanso para garantizar el sustento de sus familias y la pervivencia de sus comunidades. Su ejemplo debe inspirarnos a seguir construyendo políticas que garanticen su reconocimiento y su plena integración en todos los ámbitos de decisión y acción.
La mujer rural no es solo el pasado que define nuestra historia, o el presente que da forma a nuestras tradiciones, es el futuro de un mundo rural que queremos vivo, dinámico y lleno de oportunidades.

Pese a los avances legislativos, las mujeres que trabajan o emprenden en el campo español siguen cobrando menos que los hombres, recibiendo menos ayudas públicas y enfrentándose a barreras estructurales que perpetúan la desigualdad.
En España hablamos mucho de igualdad, pero cuando ponemos el foco en el ámbito rural, el panorama se oscurece. Los datos son claros: la brecha salarial no solo existe en el campo, sino que además es más profunda y persistente.
Según el último informe de salarios agrarios publicado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, las mujeres cobran un 3,2 % menos que los hombres en contratos a jornada completa. La diferencia crece hasta un 7,6 % menos cuando los contratos son temporales. Un sindicato aporta otra cifra reveladora: el salario medio mensual en el sector agrario es de 1.591 euros, pero mientras los hombres llegan a 1.625 euros, las mujeres se quedan en 1.454, casi un 12 % menos.
Esta desigualdad también se refleja en los apoyos públicos. En las ayudas directas de la PAC (Política Agraria Común), las explotaciones encabezadas por mujeres perciben de media 4.434 euros anuales, frente a los 7.156 euros anuales de las masculinas: casi un 40 % menos. Y aunque ellas representen el 38 % de las personas beneficiarias de estas ayudas de la PAC, solo reciben el 28 % del importe total. Una diferencia que no responde a su esfuerzo o talento, sino a que sus explotaciones son más pequeñas, menos mecanizadas y con menor acceso al crédito.
No son anécdotas ni excepciones: es la realidad de las mujeres rurales. Trabajan más en la temporalidad, en jornadas parciales y, a menudo, sin visibilidad ni reconocimiento formal. Muchas no figuran como titulares de la explotación agraria y, por tanto, quedan fuera de prestaciones, derechos sociales o pensiones.
La consecuencia es doblemente injusta. Por un lado, condena a muchas mujeres a la precariedad. Por otro, erosiona el futuro del propio medio rural: cuando ellas no encuentran oportunidades dignas, los pueblos pierden vida, fuerza y población.
Hoy, 18 de septiembre, Día Internacional de la Igualdad Salarial, debemos recordar y reflexionar sobre esta realidad, pero también proponer soluciones. Algunas de ellas pasan por incentivar la titularidad compartida de explotaciones agrarias, por ajustar los criterios de la PAC para premiar proyectos liderados por mujeres, por exigir mayor transparencia salarial y/o reforzar los servicios de conciliación en el ámbito rural.
No se trata de conceder privilegios a las mujeres rurales, sino de justicia y sentido común. La igualdad salarial es un derecho, también en el ámbito rural. Y los datos oficiales nos recuerdan que aún estamos muy lejos de garantizarlo.

En el momento actual, la función y el papel de la mujer rural se ha convertido en una prioridad y en asunto muy comentado y recurrente en cualquier debate sobre política territorial, reto demográfico, sector agrario o despoblación, no solo en despachos oficiales e institucionales sino también en el conjunto de la sociedad.
Es evidente que la mujer, y en concreto, la mujer rural, la que vive y convive en las zonas rurales, es una figura esencial para el desarrollo y estructura de la sociedad, pero más aún en la sociedad del ámbito rural.
Es un tema que en absoluto es cuestionable y, más allá, está, o debiera estar, en el centro de todas las cuestiones que puedan afectar, directa o indirectamente, al progreso de nuestras zonas rurales.
No es una cuestión baladí, ni podemos ceñirla a un aspecto de estrategia de lo “políticamente correcto”.
Estamos viendo cómo hoy en día se está contando con la mujer rural a la hora de diseñar e implantar medidas para avanzar en igualdad entre hombres y mujeres en el medio rural, por visibilizar el trabajo y esfuerzo de estas mujeres por abrirse un camino digno, estable y de calidad para ellas y sus familias, por poder desarrollarse humana, profesional y económicamente en esos territorios que, en muchas ocasiones, suponen superar cuando menos unas limitaciones que la mujer “urbana” no tiene.
Más allá de esa reivindicación histórica por poner en valor su papel en la sociedad, la sociedad española es consciente de tener delante un reto de mayor calado y que es el lograr visibilizar a estas mujeres y apoyarles e implementar medidas acertadas en su gran proyecto de querer vivir, trabajar y emprender en el medio rural.
El camino de la mujer rural se ha ido allanando a la largo de años, de muchos años, pero este tiempo ya transcurrido en el que se han dado importantes pasos hacia delante, requiere de forma inmediata la concreción de acciones y medidas que potencien sus capacidades para aprovechar las oportunidades que surjan de su emprendimiento, de generar empleo, calidad de vida y de servicios para fijar familias.
El futuro de la mujer rural está intrínsecamente unido al del medio rural, en todos sus aspectos y, en especial, en el de la sostenibilidad, eso sí, económica (la primera), social y medioambiental.
Tenemos una de las generaciones de mujeres rurales jóvenes mejor preparadas, cuentan con formación académica y, lo más importante, con la experiencia y la sabiduría de sus madres y abuelas rurales, memoria viva de la riqueza popular intangible rural.
Es evidente que no podemos desaprovechar ese gran talento rural femenino, ni ponernos de perfil esperando que se vayan forzadas a las grandes ciudades porque no encuentran esa oportunidad laboral o empresarial en tus territorios.
Son muchos los campos donde la mujer puede potenciar su papel profesional, el sector agroalimentario, con la producción, la industria y la distribución alimentaria, es uno de los más importantes, con el medioambiental, el turismo, los servicios, etc. que crean sinergias con otros sectores económicos y que, en su conjunto, son una importante fuente de creación de riqueza, empleo e, insisto, de calidad de vida.
Mujeres rurales sobradamente preparadas las tenemos, pero se necesitan políticas, medidas y acciones concretas, individualizadas, adaptadas y debidamente monitorizadas a las peculiaridades de cada territorio.
No me cabe la menor duda que, más temprano que tarde, la mujer rural copará y estará presente en más órganos de decisión, empresariales, asociativos y políticos, e influirán, con la delicadeza y habilidad que las caracteriza, para que hacer que las cosas que les interesan y les aportan valor ocurran,
¿Hacia dónde camina la mujer rural? hacia un éxito rotundo gracias al potencial que tienen en sus manos.

Ser una mujer rural ―porque sí, porque yo también lo soy: soy una extremeña de pueblo tremendamente orgullosa de serlo― es una de las cosas más fundacionales que puede sucederle a una. Hay varios rasgos comunes que nos atañen a todas: sabemos que el apoyo es necesario. Sabemos que vivimos tiempos difíciles para el sector. Sabemos que la lucha es continua, y sabemos que si no trabajamos juntas y juntos, codo con codo, no podremos conseguir el único objetivo, lo único que debería importar: progresar, y, con ello, mejorar la vida de la gente.
Conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres rurales no sólo es lo correcto, sino que es lo más inteligente, porque las mujeres rurales tienen un papel crucial en el crecimiento como país. Sin nosotras no hay sociedad. La igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres es un elemento básico de la vertebración social, que actúa como garantía de la identidad, del progreso y de la cohesión social. No se nos puede olvidar que la fijación de la población al territorio la hacen las mujeres rurales.
El panorama ha mejorado, pero no nos podemos conformar. El medio rural español se encuentra envejecido y cada vez más masculinizado. No es opinión, son datos del INE en 2023: en la España rural viven unos 3,69 millones de mujeres. Es decir: el 49% de los habitantes de los municipios rurales son mujeres. Es casi un 2% menos que el nivel nacional, y la edad media en estos pueblos es muy elevada con respecto a la de las mujeres urbanas. Cuanto más pequeño es el pueblo, mayor es la edad de sus habitantes.
Además, el Censo Agrario 2020 refleja que sólo el 32% de las personas que son titulares de explotación y el 29,92% de las personas jefas de las explotaciones son mujeres. Las mujeres representaban en 2021, según datos del Observatorio del Cooperativismo Agroalimentario, un 28,5% de la base social de las cooperativas, mientras que sólo un 9,6% forman parte de los consejos rectores, y un 4,6% ejercieron la presidencia. Así, los últimos datos disponibles muestran que el 32% de las personas que son titulares de explotaciones son mujeres, es decir, de 789.103 titulares de explotación, tan sólo 252.415 son mujeres; que en España hay 1.337 empresas de titularidad compartida; y que las explotaciones de mujeres tienen una dimensión económica un 37% menor que la media nacional.
Esto evidencia varias cosas. La primera de ellas es que, efectivamente, sí, hay mucho trabajo que hacer, pero hay disposición, hay ganas e ilusión, y las mujeres quieren liderar un sector al que, en la mayoría de los casos, le han dedicado y le dedican completamente su vida. Si vemos los datos en su conjunto, si analizamos su evolución, podemos comprobar que hay un incremento, leve pero continuo. Las cifras no están estancadas, no dejan de aumentar.
Pero no es suficiente. Tiene que cambiar. Y lo vamos a cambiar: mi experiencia ―primero los ocho años que he trabajado por el sector agroalimentario de mi región, de Extremadura, y ahora en esta etapa al frente de la Secretaría de Estado de Agricultura y Alimentación― me ha enseñado que el sector agro es un ejemplo de transformación, de progreso, de adaptación ante situaciones complicadas. Llevo muchos años dedicada al desarrollo rural, di mis primeros pasos en el mundo profesional en la administración pública municipal de Malpartida de Cáceres y en la Mancomunidad de Municipios Tajo-Salor de Cáceres. Incluso durante varios años me sumergí en proyectos de cooperación internacional, con los que me enriquecí de las sólidas y potentes redes de mujeres de países como Costa Rica.
Todo ello me impulsó a adentrarme en la política, a incentivar mi curiosidad y mis ganas por ayudar a las mujeres, a poner mi pedacito de arena en el movimiento feminista. Cuando sea mayor, quiero mirar atrás y sentirme feliz y orgullosa de mi lucha. Porque trabajo todos los días en un mundo que aún continúa estando muy masculinizando.
Hemos trabajado mucho en este sentido, pero tenemos que trabajar más. Y estamos en ello.
Para lograr ese avance, son indispensables aspectos como la titularidad compartida y la incorporación de más mujeres a la actividad agraria. En eso andamos desde el Ministerio, dando a conocer la ley, con grupos de trabajo interministeriales. Porque el que haya mujeres presidentas, jefas, gerentes, directoras, liderando cooperativas en el sector primario es fundamental. Las mujeres tenemos otra manera de hacer las cosas. Necesitamos promover y favorecer la igualdad real y efectiva de las mujeres en el medio rural a través del reconocimiento jurídico y económico de su participación en la actividad agraria.
Nuestro deber es reconocer el papel y la labor de quienes más invisibilizadas han estado: las mujeres rurales. Por eso, tenemos los Premios de Excelencia a la Innovación de Mujeres Rurales, también las ayudas a asociaciones de mujeres rurales o el Ciclo Nacional de Cine y Mujeres Rurales, para que sean protagonistas. Las mujeres rurales son una de las mejores muestras del talento y tesón de este país. Somos conscientes de su importancia y, con esa visión, España consiguió introducir el concepto de igualdad de género en la regulación de los Planes estratégicos. Una de las prioridades para España en las pasadas negociaciones de la Política Agraria Comunitaria 2023 – 2027 fue la incorporación de la perspectiva de género. Gracias al ministro Luis Planas y al gran trabajo de todo su equipo, se logró incorporar la perspectiva de género entre los objetivos estratégicos. Un cambio que ha supuesto que, entre otras cosas, podamos considerar esta nueva PAC como más justa e igualitaria.
Este importante logro permite, por ejemplo, que las jóvenes ganaderas y agricultoras que decidan incorporarse a la actividad agraria tengan un importe superior de ayuda en el pago complementario para jóvenes, así como la posibilidad de que las comunidades autónomas prioricen sus ayudas de desarrollo rural (FEADER) a favor de ellas. También, respecto a las ayudas del primer pilar de la PAC, España ha incluido en su Plan Estratégico un importe de ayuda un 15% mayor en el pago complementario a la ayuda básica a la renta para jóvenes para el caso de titulares mujeres incorporadas por primera vez y recientemente como jefa o cotitular de explotación.
Es cierto que aún nos queda mucho camino por recorrer, pero este ha sido un paso muy importante, no solo para España, sino para toda Europa en su conjunto. Porque el avance de una mujer es el avance de todas, porque las conquistas de una mujer son las conquistas de todas. Estamos juntas en esto, y juntas avanzaremos. El talento femenino rural y sus logros convierten a las mujeres en grandes referentes, en espejos en los que mirarse. Y, aunque nos intenten ocultar o relevar a un segundo plano, la vida real siempre ha estado, está y estará repleta de millones de mujeres que rompemos barreras, techos de cristal, mujeres líderes, tanto en las grandes ciudades como en los pequeños pueblos, en cualquier parte del mundo.

Hoy 9 de septiembre, Día Mundial de la Agricultura, es una fecha idónea para recordar que Castilla-La Mancha, tierra de agricultores, ganaderos y de productos que alimentan a España y a buena parte del mundo, vive una silenciosa y profunda crisis en el sector agrario. Los datos no engañan. Desde el año 2016, el número de solicitudes de ayudas directas de la PAC (Política Agraria Común) ha sufrido un desplome que no puede pasar inadvertido. Frente a las 118.312 solicitudes presentadas en el 2016, el año pasado (2024) se registraron poco más de 81.000 solicitudes. Es decir, en dos legislaturas, se han perdido casi 37.300 solicitudes de ayudas directas de la PAC, lo que supone un descenso de más del 31%.
¿Qué ha ocurrido en estos años para que miles de agricultores, ganaderos, jóvenes y mujeres hayan dejado de solicitar estas ayudas económicas que son esenciales para el mantenimiento de la renta de los profesionales agrarios del campo castellano-manchego? La respuesta no es sencilla, pero los datos apuntan a una tendencia preocupante.
La PAC es, y ha sido durante décadas, uno de los pilares fundamentales para garantizar la sostenibilidad económica del sector agrario y del medio rural. Su correcta gestión no solo ha supuesto asegurar la renta a los profesionales del campo, sino también preservar la vida en nuestros pueblos, luchar contra la despoblación y fomentar un modelo de desarrollo rural sostenible y con futuro.
Durante las dos últimas legislaturas, sin embargo, la caída sostenida de las solicitudes de la PAC refleja más que una mera transformación del modelo agrario. Reflejan abandono y la desesperanza de un sector que no se siente respaldado ni por las políticas agrarias ni por los gobernantes que las deciden. Porque mientras se habla de digitalización, de sostenibilidad y de miles de millones de euros de fondos europeos, en la práctica es que miles de profesionales han sido “invitados” a desaparecer del mapa agrario regional.
La agricultura no solo se enfrenta a las inclemencias del clima o a los vaivenes del mercado: también sufre la falta de visión política. Y los datos lo demuestran. Menos solicitudes significan menos explotaciones activas, menos empleo rural y menos vida en nuestros pueblos.
Es hora de hacer una profunda reflexión sobre este descenso. Porque si tras 8 años de gestión de la PAC, el resultado es que Castilla-La Mancha, una región eminentemente agraria, cuenta con más de 37.000 agricultores menos, algo se está haciendo mal. Es también preocupante, las bajas cifras que registran los jóvenes en las solicitudes de la Pac, ya que mientras en el 2016, los jóvenes de menos de 25 y hasta los 40 años de edad, llegaban a representar a 8.905 perceptores, en el 2024, esta cifra ha perdido por el camino a 3.722 jóvenes. Una situación que es igualmente extrapolable a las mujeres perceptoras de las ayudas directas de la Pac, ya que mientras en el 2016, las mujeres ascendían a 44.598 perceptoras en el 2024 han quedado reducidas a 31.341.
Esto no es solo un dato estadístico: es el reflejo de un campo que se vacía, de explotaciones que cierran, de familias que se marchan y de jóvenes y mujeres que dejan de ver su futuro en la agricultura o la ganadería de nuestra región. Estas cifras evidencian no solo un problema cuantitativo, sino estructural: el sector se envejece y masculiniza aún más y sin mujeres ni jóvenes en el campo, no hay relevo generacional ni sostenibilidad a medio plazo. Y si el campo se muere, se muere también una parte esencial de nuestra identidad, economía y futuro.
Llevamos dos legislaturas registrando una pérdida progresiva bajo un modelo de gestión que no ha sabido —o no ha querido— adaptarse a las necesidades reales del sector. La agricultura y la ganadería no pueden seguir siendo víctimas del olvido político. Es necesario actuar con urgencia, valentía y visión de futuro. Porque cuando el campo se abandona, no solo se pierden agricultores y ganaderos y solicitudes de la PAC: se pierde vida, cultura, identidad… y garantía alimentaria.
La solución, aunque compleja, no es un misterio: pasa por facilitar la incorporación de los jóvenes y de las mujeres al sector agrario. Pasa por aprobar una PAC respaldada por y para el sector, eliminar trabas burocráticas, por garantizar apoyo técnico y financiero, por hacer atractivo un sector agrario que hoy se percibe como incierto, poco rentable y falto de apoyo institucional. Pasa por garantizar precios justos y rentables que permitan trabajar con dignidad y también por poner en valor lo que representa el campo: el campo no es solo un sector económico más, es un sector estratégico que garantiza el acceso a los alimentos que consumimos todos, dentro y fuera de nuestras fronteras, con calidad y seguridad alimentaria.
Por Lola Merino
Presidenta nacional de AMFAR
Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural

Un año más celebramos San Isidro Labrador, Patrón de las mujeres y los hombres del campo, símbolo de la vida agraria, del trabajo constante y del amor a la tierra. Una figura que, además de lo religioso, representa un modo de vida que necesita ser visibilizado, valorado y protegido.
Para AMFAR, esta fecha no es solo un homenaje; sino también una reivindicación. Porque hablar de San Isidro es hablar de nuestras raíces, de nuestros pueblos, de nuestro mundo rural que, aunque muchas veces maltratado, sostiene y alimenta a toda la sociedad. Celebrar a nuestro Patrón, es reconocer las manos que siembran, cuidan y cosechan; muchas de ellas y cada vez más numerosas, manos de mujeres que siguen apostando por ocupar un espacio justo y digno en el sector agrario.
El 15 de mayo es una fecha profundamente simbólica para los agricultores, pero también para toda la familia, ya que hoy conmemoramos el Día Internacional de la Familia. Una coincidencia que no puede pasar desapercibida, porque el campo español se entiende y se sostiene, precisamente, sobre los valores del trabajo y de la unidad de la familia.
San Isidro Labrador, es el reflejo de mujeres y hombres que, generación tras generación, han labrado el campo con humildad y perseverancia. Pero también es símbolo de un modelo de vida en el que la familia es el eje central.
En AMFAR sabemos bien que las mujeres son el pilar fundamental sobre el que se sostiene la familia. Ellas trabajan la tierra, emprenden, lideran, cuidan, fijan la población y garantizan el relevo generacional. Y sin embargo, siguen enfrentándose a barreras estructurales que frenan su pleno desarrollo: el acceso desigual a la propiedad, la brecha digital, la falta de servicios, la falta de corresponsabilidad o la escasa representación en los órganos de decisión.
Por eso, este 15 de mayo no solo celebramos; también reivindicamos. Este San Isidro debe servir para reconocer el valor real de quienes vivimos y trabajamos el campo y en nuestros pueblos. Este San Isidro debe servir para pedir políticas públicas valientes que fijen la población, que promuevan la igualdad y que apuesten por un futuro en el que el sector agrario sea sinónimo de oportunidad para mujeres y jóvenes.
Y en este contexto, es fundamental reclamar una Política Agraria Común (PAC) justa, que no coarte la libertad de nuestros agricultores y ganaderos, sino que respalde su trabajo con respeto, sin imponer una maraña de condicionantes medioambientales que desconectan de la realidad del campo. La PAC debe seguir siendo una verdadera compensación a la renta agraria, y no un pago condicionado a determinados criterios ecologistas cada vez más alejados de la vida real en nuestras explotaciones. El campo necesita apoyo, no trabas.
Además, el futuro del campo pasa, necesariamente, por sus familias. Pasa por reconocer nuestro modelo agrario como motor de desarrollo. Y pasa por escuchar y apoyar a quienes llevan décadas demostrando que el mundo rural no es pasado, sino presente y futuro.
Desde AMFAR, seguiremos alzando la voz por todas esas mujeres y familias que hacen posible que el campo siga vivo. Que este San Isidro nos inspire a seguir sembrando igualdad. Porque donde hay familia, hay raíces. Y donde hay raíces, hay futuro.
Las mujeres somos parte esencial del campo. Sin mujeres, un pueblo se muere, desaparece.
Este 15 de mayo, celebremos a San Isidro con orgullo, pero también con compromiso. Por un mundo rural con más apoyo, más jóvenes, más mujeres, con más igualdad y con más futuro.
¡Qué San Isidro nos proteja y nos traiga salud y buenas cosechas!.
¡Feliz San Isidro 2025!.

Hoy, 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, AMFAR (Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural) hace público un dato alarmante: más de la mitad de las mujeres asesinadas por violencia de género en 2024, el 52,5%, vivían en municipios rurales. Esta realidad, revelada por el Observatorio Rural de Violencia de Género que hemos creado en AMFAR, refleja la gravedad de la violencia machista en las zonas rurales de España.
La violencia de género sigue siendo una de las mayores manifestaciones de discriminación hacia las mujeres, vulnerando sus derechos fundamentales, como el derecho a la vida y a la libertad. Sin embargo, en el entorno rural, esta problemática adquiere características específicas que dificultan aún más su visibilidad y abordaje.
En estos municipios, el silencio impuesto por el miedo y la presión social es una barrera casi infranqueable para muchas víctimas. Temen denunciar por miedo a ser señaladas, a la dependencia económica o al futuro de sus hijos. Además, la falta de recursos específicos para atenderlas agrava su situación.
AMFAR pone de manifiesto que el riesgo de sufrir violencia machista aumenta a medida que disminuye el tamaño del municipio. Según los datos extraídos por AMFAR, el 52,4% de las víctimas rurales vivían en localidades con menos de 10.000 habitantes; mientras que este porcentaje baja al 28,6% en municipios de entre 10.000 y 20.000 habitantes y desciende aún más, al 19%, en localidades de entre 20.000 y 30.000 habitantes.
Por comunidades autónomas, Cataluña lidera el trágico ranking de comunidades autónomas con más mujeres asesinadas en el ámbito rural (6), seguida de Andalucía (4) y la Comunidad Valenciana y Galicia (3 cada una). En contraste, comunidades como Castilla y León, Aragón y la Comunidad de Madrid registran menos casos en estas zonas.
La cercanía entre vecinos y el escaso anonimato en los municipios rurales convierten a las mujeres víctimas de violencia de género en blanco fácil de prejuicios y juicios sociales. Esta presión perpetúa el silencio y dificulta que puedan pedir ayuda.
Ante esta preocupante realidad, desde AMFAR planteamos una serie de medidas prioritarias para combatir la violencia machista en el entorno rural. Comenzando por ampliar la accesibilidad a los recursos de atención, ya que es fundamental garantizar que las mujeres rurales puedan acceder a servicios de asistencia psicológica, jurídica y social.
Siguiendo por proporcionar apoyo psicosocial preventivo, porque resulta necesario diseñar programas adaptados a las características de las zonas rurales para prevenir y detectar situaciones de violencia y sobre todo; fomentar la independencia económica de las mujeres rurales a través de programas de formación y autoempleo que les permitan salir de situaciones de maltrato y alcanzar autonomía económica.
Desde su creación, en AMFAR trabajamos incansablemente para defender los derechos de las mujeres rurales y prevenir la violencia de género. El Observatorio Rural de Violencia de Género, al que tenéis acceso en la web de nuestra Federación; www.mujerrural.com , es una herramienta clave para visibilizar esta problemática y diseñar soluciones específicas que atiendan las necesidades de estas mujeres.
Además, en AMFAR ofrecemos servicios como de asesoría jurídica, donde las víctimas reciben información confidencial y personalizada sobre los recursos económicos disponibles y los organismos a los que pueden acudir. También brindamos apoyo psicológico para ayudarlas a encontrar una salida y proteger a sus hijos.
Este 25 de noviembre, es momento de reflexionar por qué las cifras de violencia de género continúan siendo alarmantemente altas, especialmente en los meses de verano, y por qué tantas mujeres asesinadas no llegan a presentar una denuncia. También es crucial preguntarse por qué en muchos casos, el entorno conociendo la situación, no evitara el desenlace fatal.
La violencia de género no puede seguir siendo una condena silenciada en el ámbito rural. Es imprescindible que la sociedad, las instituciones y las organizaciones unan esfuerzos para garantizar un futuro libre de violencia para todas las mujeres vivan donde vivan.
Las mujeres rurales no están solas. AMFAR seguirá trabajando para darles las herramientas necesarias para que puedan romper el círculo de la violencia y construir una vida digna para ellas y sus familias.
AMFAR, por un futuro sin violencia.

Hoy, 15 de octubre, celebramos el Día Mundial de las Mujeres Rurales. Esa aventura de la que forman parte 6 millones de mujeres en España que llenan de vida los ocho mil pueblos de nuestro país manteniendo en ellos el presente y redactando su futuro.
Hoy es el día para homenajear a todas las mujeres que representan a nuestros municipios y sobre todo, a los más pequeños. Mujeres fuertes, valientes, y ejemplares. Mujeres líderes que han dado el paso poniéndose al frente de sus ayuntamientos, atendiendo consultas médicas, gestionando guarderías, comercios, empresas o dirigiendo hogares. Aquellas que han roto techos de cristal dejando pasar la luz a sus plazas y calles, sembrando vida en ellas.
Hoy es el día para reconocer a las mujeres rurales que, con dedicación, luchan para que el campo, la agricultura y la ganadería de España continúen su trayectoria de alimentar a la población, pese a tener que sortear las amenazas que hoy ponen a este sector en el punto de mira.
Mujeres rurales. Son las que se levantan cada día con la mirada puesta en la lucha contra la despoblación, o las mermas que dejan fenómenos como la sequía en nuestras cosechas, o el sinvivir de una crisis de precios en origen que asfixia rentas familiares.
Este año Amfar cumple 27 ediciones festejando esta efeméride que comenzamos a celebrar en 1997 convirtiéndonos en la asociación pionera en España en reconocer la labor que tantas mujeres han realizado a lo largo de la historia. Felicitamos a las mujeres que siguen escribiendo la historia con orgullo, y con el corazón y el alma puestos en cada acción.
Las mujeres rurales son una seña de identidad, un espejo en el que mirarse para desarrollar políticas que garanticen la igualdad y la prosperidad en nuestros pueblos.
Más de doscientas mil mujeres han tomado la decisión de ponerse al frente de sus explotaciones agrícolas o ganaderas. Más de doscientas mil mujeres son las que han decidido ser la imagen visible de las mujeres del campo. Y, con ese espíritu que las caracteriza, han conseguido una larga lista de avances en materia de igualdad.
La revolución silenciosa de las mujeres en el campo ha supuesto que ya representen el 38% del total de los perceptores de las ayudas directas de la PAC. Una cifra que no deja de crecer cada año.
El futuro del mundo rural se siembra en femenino. Con ellas, conviven ya 1.257 mujeres dadas de alta en titularidad compartida, que hacen cada vez más próspera la permanencia de las mujeres en las explotaciones familiares agrarias. A las que añadimos, las mujeres al frente de nuestras denominaciones de origen sumando valor a nuestros productos agroalimentarios.
En este camino hacia el mañana, reivindicamos una sociedad concienciada, que reme en contra de la discriminación y, concretamente, contra la que más daño genera: la violencia de género. Son 35 mujeres asesinadas por violencia machista en lo que llevamos de año. Una lacra que adquiere mayor presencia en el entorno rural: durante 2023, el 38% de las agresiones se produjeron en pequeños municipios donde esta violencia silenciosa hace necesaria la prevención, la dotación de recursos y el compromiso con ellas de toda la sociedad.
Se necesitan recursos, servicios que lleguen hasta el último rincón de la población y que la digitalización traspase las fronteras de las ciudades.
Dicho esto, mi más sincero reconocimiento a las mujeres rurales por su encomiable labor por mantener con vida nuestro mundo rural. Ellas son el presente y las grandes protagonistas del desarrollo rural. ¡Feliz Día Mundial de las Mujeres Rurales!

Un año más, las mujeres rurales de AMFAR aprovechamos el Día Internacional de las Mujeres para dar a conocer los avances conseguidos y seguir reivindicando la igualdad de oportunidades y los derechos de las mujeres rurales españolas.
Este 8 de marzo, AMFAR rinde homenaje y reconoce a las miles de mujeres rurales españolas que tienen en el campo su profesión o su renta familiar. Mujeres que estos días están participando en las movilizaciones agrarias y en las tractoradas para dignificar su profesión y conseguir el apoyo de las administraciones y de la sociedad.
El sector agrario atraviesa un momento extremadamente crítico. El campo agoniza y pierde profesionales debido a las imposiciones irracionales dictadas desde despachos de quienes no lo han pisado nunca y lo desconocen. Ante esta situación insostenible, mujeres y hombres han dicho basta, y se han echado a las carreteras para exigir una revisión de la Política Agraria Comun (PAC) que se ajuste a la realidad, para aligerar la carga burocrática que soportan, por una revisión de la cadena agroalimentaria que proteja al eslabón más débil y por acabar con la competencia desleal de otros países que ponen en peligro la viabilidad del sector.
El sector primario es seña de identidad española, es marca España y piedra angular de la economía rural. Y resulta incomprensible que las mujeres y los hombres del campo no encuentren la defensa y el apoyo que necesitan para asegurar la supervivencia de su actividad profesional y la rentabilidad de sus explotaciones.
Las mujeres llevan años liderando una revolución silenciosa en el campo. Si centramos la mirada en la última década, las jefas de explotaciones agrarias han aumentado un 22%, mientras que los varones jefes de explotación han disminuido un 15%.
A esto sumamos los datos que nos ofrece el estudio más reciente del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA), en el que se evidencia que las mujeres continúan al pie del cañón, representando ya más del 37% del total de los perceptores de la PAC, superando la cifra de 210.000 mujeres al frente de las explotaciones agrarias en España.
Las mujeres rurales están demostrando una extraordinaria capacidad de adaptación. Innovan, se forman, se empoderan, emprenden, lideran,… y por ello, se merecen apoyo, respeto y reconocimiento.
Ahora las mujeres son agricultoras, ganaderas, enólogas, presiden bodegas, cooperativas, denominaciones de origen. Son mujeres que emprenden, invierten, arriesgan. Mujeres que deciden y lideran sin miedo.
Es el momento de mirar al campo con ojos de mujer. Es el momento de aprovechar el talento y el empoderamiento de las mujeres. Es el momento de situarlas en el centro del desarrollo rural sostenible.
Las mujeres deben ser las protagonistas y el eje de las políticas rurales, porque ellas son garantía de futuro.
Feliz Día Internacional de las Mujeres.